Ayer tuve una charla que me hizo abrir los ojos. ¿Con quién fue la charla? Mi papá. Yo sabía que este hombre traía un as bajo la manga, y no me confundía. Él sabe todo de mi, sin siquiera yo haberle dicho algo. Hablamos de muchas cosas, pero si hay algo que me quedó revoloteando en la mente fue una de las preguntas que me hizo.
- ¿Estás satisfecha con la vida que estás viviendo? –
Yo le contesté que si, pero no me quedó clara la pregunta. Me dijo que analice las cosas, que antes de actuar piense, que antes de hablar conecte la lengua al cerebro y sobre todo que escriba, que es una de las cosas que hace que pueda expresar mis sentimientos más fácilmente.
Me dejó boquiabierta, en serio. Comencé a analizar, tal cual el me dijo y llegué a la conclusión de que la gran mayoría de las personas que me rodean no me quieren como yo las quiero. Quizá me confunda, pero hay un 1% de probabilidades de que eso pase. Siento que en el colegio no soy indispensable, es decir, mas allá de todo lo que me puedan llegar a decir, muy pocas personas me hablan con el corazón y no a mis espaldas. Las cuento con los dedos de una sola mano. En el club, recién estoy conociendo a la gente, así que mucho por analizar no tengo. La familia es igual, puede sonar raro, sé que toda familia es distinta y ninguna es normal, pero si hay algo que me asombra es el grado de caraduréz que acá hay. Queda mucho mas por analizar, que me cuesta un poco pero sé que lo voy a hacer.
Gracias viejo, sos todo lo que tengo. Me enseñaste que se puede amar a una persona como a tu propia vida, me enseñaste que no importa si tenemos la misma sangre o no, vos para mi fuiste, sos y serás mi viejo, pese a quien le pese. Gracias por abrirme la mente y el corazón. Sos único y especial. Pongo las manos, el cuerpo y el corazón en el fuego por vos.
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