Vivir en un taper no me hizo bien, no me hace bien. Todo era
perfecto, todo servido, todo en bandeja por así decirlo. Tiene sus beneficios,
evitamos la espera, es todo simple y fácil, nos ahorramos los disgustos y no
nos esforzamos en lo más mínimo… ¿Pero de qué sirve ser una consentida? ¿De que
sirve tener todo lo que quiero cuando quiero? A mi no me sirvió. ¿Por qué? No
me sirvió, porque ahora estoy sufriendo. Sufro al saber que todo eso era una
mentira, o una verdad a medias… Sufro al entender que nunca me esforcé, y que
todo lo que tengo es a causa del consentimiento. Sufro al darme cuenta que
justamente él me hizo entender que no todo se puede tener de un minuto al otro,
que las cosas van a su debido tiempo. Sufro porque no puedo tenerlo, porque me
cuesta, porque no sé como hacer, ni qué hacer para que seamos el uno del otro. Sufro
porque me costas, porque tengo que esforzarme y no sé como hacerlo, porque sos “la
meta” que pensaba alcanzar con llantos y súplicas… pero entendí, que el
consentimiento no te lleva a ninguna parte, más que al dolor y al sufrimiento.
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