Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere. Me quiere.
No me quiere. Y ese es el dilema, ahí me veo encerrada. Si me quiere, no
podemos estar juntos y si no me quiere, todos saben las consecuencias… días de
lamento, y noches de reflexión. Acá estoy yo, otra vez. No sé cuando decir
basta, no sé cuando frenar, y llega el momento en que me choco contra una pared…
y duele. Lo quiero de una manera inexplicable, llevamos siendo amigos, pero no
por mucho tiempo, y eso lo hace más difícil aún. Que me quiere lo sé, porque no
me lo niega, pero no sé si me quiere como yo quiero que me quiera. No
necesariamente voy a decir que estoy enamorada, porque es un término demasiado
amplio y que hasta me da miedo de afrontar, pero que lo adoro con locura, que lo
veo y se me acelera el corazón, me ruborizo, que me dan ganas de confesarle
todo lo que siento y no soy capaz, no, todo eso no lo pienso negar. Daría
cualquier cosa por saber que pasa por su mente, aunque sea lo más cruel y
sincero que se le ocurra.
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